Somao o Somado es una
pequeña aldea del municipio de Pravia, cuya especial distinción es la
de haber sido cuna de un grupo de indianos cubanos que a su vuelta
edificaron una importante colonia de arquitectura urbana compuesta por
sus propias casas además de parques y edificios públicos. La Casa de la Torre destaca no solo entre
ellas, sino dentro de
las casas indianas asturianas en general, por varias razones
significativas.
La primera de ellas se
refiere a una anécdota citada en varias publicaciones, pero no por ello
exacta, y que caricaturiza la más tópica de las motivaciones de la arquitectura
indiana, y es que Fermín Martínez, que emigró a los 18 años como
contable, y a los 23 ya era director general del almacén de coloniales
de los indianos de Somao en Cuba, hizo esta casa para resarcirse de la
negativa del Marqués de Muros a venderle la suya, de la que le atraía
especialmente la torre rematada en chapitel. Esta anécdota no es en
absoluto cierta, según nos indican los herederos de Don Fermín, pero
ilustra los muchos dimes y diretes que rodean las casas de indiano en
general, y la de La Torre en particular.
En todo caso Don Fermín se preocupó de que la casa que construía para su
residencia de vacaciones tuviera un diseño moderno y acorde con los
gustos más avanzados de la época, y se la encargó al mejor arquitecto de indianos, Don
Manuel del Busto “padre”, autor de la sede del Banco Herrero en
Oviedo, y de la Casa de Asturias en La Habana. La Casa de la Torre es
hoy la obra mejor conservada de este insigne arquitecto del cambio de
siglo.
De una manera u otra, la inclusión de una
torre en el diseño no habría sido una dura imposición para el notable
arquitecto. La torre es un elemento característico de la arquitectura
del cambio de siglo, siempre buscando elementos del pasado para realizar
sus composiciones, y tratándose de un elemento de representación del
poder, aparece en todos los edificios indianos “con voluntad de
estilo”. Torres redondas o cuadradas, alzándose desde el suelo como
en este caso o sobresaliendo del tejado, aparecen ya a fines del S XIX
en los "catálogos" al uso de edificios
"modelo", y especialmente en los llamados "chateaux"
que remedan las torres de estos característicos castillos franceses. La torre frecuentemente acababa en un observatorio en el que
el propietario denota sus dotes de observación, su interés por las
estrellas que rigen los destinos del hombre, las ciencias modernas... o
simplemente sirven para otear el mar, tan ligado a la fortuna de estos
hombres. La casa de La Torre es uno de los mejores ejemplos de la
utilización de este elemento en la arquitectura de la época.
“...La denominada
Casa de la Torre en Somao de Pravia, también construida por Busto
Padre, si bien enlaza en lo que atañe a la referencia acastillada y medievalista
con el modernismo revival, no deja de traducir en la reciedad y depuración
de la molduración de los vanos y de la caja de muros en general ese
concepto de linealidad abstracta y severa que caracterizó la
alternativa vienesa frente al profuso y blando aparato decorativo del
Art Nouveau internacional” (Indianos y arquitectura en Asturias,
Covadonga Alvarez Quintana, COAATA 1991)
Estamos evidentemente
ante un edificio muy singular, cuyo interés se acrecienta por
su impecable estado de conservación y respeto de los elementos y
materiales originales, lo que es lamentablemente infrecuente, y en
este caso se debe a que ha permanecido siempre en la familia y para uso
vacacional, por lo que nunca se consideró necesario introducir
comodidades y materiales modernos, que tan frecuentemente desvirtúan
este tipo de edificios. Allí están
como nuevos el revestimiento de fachada de azulejo de color amarillo
brillante y del que hay repuestos, la carpintería de puertas y
ventanas en el se mezclan los estilos Decó y Secesionista vienés, los
suelos de mosaico hidráulico con un diseño más elaborado que el
habitual Decó, las tarimas de madera de castaño negro perfectamente
barnizadas, los baños y la cocina de carbón en perfecto estado de uso,
la cerrajería modernista de las barandillas de la escalera y la verja
del jardín...
La distribución también
es la original salvo algún ligero retoque, y llama la atención por su amplitud, el lujo del
espacio proporcionado y sin ampulosidades, y por una relación de los
espacios que ya es bastante funcional y asimilable al confort moderno.
Otra característica distintiva de la casa es la gran luminosidad de
todas las habitaciones, con amplios ventanales diseñados para mantener
amplias vistas del bellísimo entorno.
La planta baja, de unos
250 m2 se organiza en torno a un amplio vestíbulo en L, que en sus dos
extremos tiene la entrada principal y una bonita galería acristalada.
Desde él se da acceso a
un amplio comedor para muchos, gabinete, despacho, cocina con
antecomedor despensa y servicio, y dos aseos, y desde él arranca la
luminosa escalera que comunica las distintas plantas.
En la planta primera,
también de 250 m2, hay cuatro dormitorios muy amplios, un gabinete de unión
de dos de ellos, y dos baños. El dormitorio principal tiene dos
terrazas a diferentes fachadas con fabulosas vistas. En la planta segunda, de 120 m2, aún hay
tres habitaciones más y otro baño tan grande que hoy día está
dividido en dos aún generosos, siendo esta la única modificación
posterior al proyecto original. El pasillo de distribución es exterior y
da acceso a una cubierta plana con terrazas de
grandes vistas sobre el entorno, la desembocadura del Nalón y el mar.
Desde una de las habitaciones se sube mediante una escalera de caracol al
observatorio de la torre, un octógono de 12 m2 acristalado en todo su
perímetro.
En el semisótano,
asimismo de 250 m2 hay distintas dependencias para instalaciones de la
casa y el garage.
Todo ello decorado con
gusto y con muebles, lámparas y otros complementos de la época, y allí
ya se mezclan el art decó y el modernismo en sus distintas tendencias,
incluyendo las más lineales y las naturalistas, con algunas piezas
realmente notables.
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